Se va a
celebrar en Ámsterdam, Holanda, a partir del día 14 de julio, una nueva modalidad a la hora de disputar un
torneo de ajedrez. ¿En qué consiste? Sencillamente en ir contracorriente… En
vez de menos tiempo para pensar (da igual el ritmo moderno que ustedes quieran),
más tiempo para pensar, dos horas y media para 40 movimientos… En vez de llegar
a la jugada 40 y estar apurado hasta el final de los tiempos (con la bandera en
los talones), descanso…, a cenar y analizar la posición de la partida inacabada,
para continuarla al día siguiente. ¡Ah, eso eran los aplazamientos! ¡Qué
tiempos aquellos! Hace muchísimo que se abolieron: casi una generación…, aunque
siempre he tenido la sensación que más, que muchísimo más, algo así como varias
vidas. Así que la excentricidad que nos propone la ACP consiste en ver qué pasa,
volver a algunos métodos de pasado y, quizá, luchar contra las inasumibles
chapuzas de los finales de partidas que se han visto en los últimos años. Si
comparáramos las partidas de hoy con las de cualquier época en esos tramos del
juego, el bochorno sería muy grande. Medio juego y final, que son las partes
donde la creatividad y el carácter del jugador se ponen de manifiesto, salen
perdiendo indudablemente… ¡y eso que hoy día una selección de 1000 jugadores
del siglo XXI aplastaría a otra del XIX y XX juntos (si se jugara con las
reglas de hoy, y más con aplazamientos)! Pero seamos justos: si eliminamos la
informática de tal ecuación, ya no sé qué pasaría.
Por supuesto también
tiene inconvenientes. La reflexión de Zaitsev (Igor, el bueno) sigue vigente:
las blancas tienen dos ventajas, la primera jugada y hacer la jugada secreta. Pero
eso es filosofía, y su valor es muy relativo. También es injusto que en un
torneo, cerrado o abierto, con un número de rondas impar, la mitad de los
jugadores jueguen más veces con negras que con blancas. No, el problema para el
aficionado va a ser otro. U otros.
Primero tener
que esperar a ver cómo ha terminado la partida (al día siguiente), y segundo,
ver si se ha jugado siquiera y cómo. Mi experiencia es que los maestros del
pasado a veces abandonaban la partida sin presentarse a la reanudación, dejando
en el tablero una posición viva, quizá perdida, pero viva. No siempre ocurría
eso, claro está, a veces se presentaban para ver la jugada secreta de su
contrincante y abandonaban (si era la buena), o jugaban un puñado de jugadas más.
Pero también, en posiciones difíciles, encontraban el milagroso camino hacia
las tablas, algo que no hubiera podido ocurrir (y creerlo es una ingenuidad) si
la partida no se hubiera aplazado. Incluso ocurrían tragedias: en posición
ganadora escribir como jugada secreta una jugada equivocada o imposible, por
ejemplo; o no escribirla, o llevarse la planilla… Eso significaba un cero, eso
significaba perder. Y demás martingalas relacionadas con el tiempo restante de
reloj…, difíciles hoy de explicar de manera sucinta.
En fin,
estamos ante un torneo distinto,
aunque parezca mentira… Chuky, Gata y, quizá, Emil saben qué es eso. Para el
resto, para los jóvenes solo es una nueva modalidad. Pero yo estoy contento: llevo muchísimos años dando la murga para que se celebre un torneo como los del pasado..., es más, en vez de con 10 jugadores, con 16, que por soñar no cobran.
Y para finalizar una frase del gran Efim Geller: Yo aprendí a jugar al ajedrez en los aplazamientos.
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